Cita bíblica:
Proverbios 13:4: «El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será prosperada.»
Reflexión:
En nuestro caminar cristiano, frecuentemente escuchamos el llamado divino a la productividad. Sin embargo, esta productividad no se mide con los estándares del mundo, sino con la perspectiva eterna de Dios. En primer lugar, debemos entender que ser productivos para el Señor significa utilizar sabiamente los dones y talentos que Él nos ha confiado. Por otra parte, la Biblia nos enseña claramente que Dios espera que multipliquemos lo que nos ha dado, no por obligación, sino como una respuesta de amor a su generosidad. Finalmente, esta productividad divina tiene propósito: glorificar a Dios y edificar su Reino.
En Mateo 25:14-30, Jesús nos narra la poderosa parábola de los talentos. Un hombre, antes de partir de viaje, entregó diferentes cantidades de dinero a sus siervos: cinco, dos y un talento respectivamente. Los primeros dos siervos invirtieron y duplicaron lo recibido, mientras que el tercero, por miedo, enterró su talento sin hacerlo producir. Cuando el señor regresó, recompensó a los siervos productivos diciendo: «Bien, siervo bueno y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré». Sin embargo, al siervo improductivo lo llamó «malo y negligente» y le quitó lo poco que tenía. Esta parábola nos muestra que Dios valora la iniciativa, la valentía y la disposición a tomar riesgos por Su Reino.
«Ora como si todo dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti». Esta poderosa frase nos invita a mantener un equilibrio entre la confianza en la soberanía divina y nuestra responsabilidad humana. ¿Cuántas veces hemos limitado nuestra productividad por miedo al fracaso? ¿O quizás hemos confiado demasiado en nuestras propias fuerzas olvidando que es Dios quien da el crecimiento? El Señor nos llama a una productividad santa: diligente en el trabajo, pero completamente dependiente de Su gracia. Cuando comprendemos esta verdad, nuestro trabajo se transforma en adoración y nuestros esfuerzos dan fruto duradero.
La productividad cristiana no se trata de lograr más, sino de lograr lo correcto – lo que Dios nos ha llamado a hacer. Cada uno de nosotros ha recibido un conjunto único de dones, habilidades, recursos y oportunidades. Nuestra fidelidad se demuestra cuando invertimos sabiamente estos recursos para el avance del Reino. Al final de nuestras vidas, no seremos juzgados por cuánto acumulamos o logramos según los estándares del mundo, sino por cómo administramos lo que Dios nos confió. Que cada uno de nosotros pueda escuchar las palabras: «Bien hecho, siervo bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor.»
Oremos Juntos:
Padre Celestial, te damos gracias por los talentos y recursos que has confiado en nuestras manos. Perdónanos por las veces que hemos enterrado lo que nos has dado por miedo o pereza. Ayúdanos a ser administradores fieles y productivos de tu gracia. Danos sabiduría para invertir nuestro tiempo, energía y recursos donde producirán el mayor fruto para tu Reino. Que todo lo que hagamos sea para tu gloria y no la nuestra. En el nombre de Jesús, amén.