Cita bíblica:
Mateo 16:18 «Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.» –
Reflexión:
En el gran diseño divino, Dios estableció su iglesia como el instrumento principal para manifestar su reino en la tierra. Como un faro que guía a los navegantes en la oscuridad, la iglesia resplandece con la luz del evangelio, transformando vidas y comunidades enteras. A través de ella, el poder del Reino se hace tangible, y los valores celestiales se materializan en acciones concretas que impactan al mundo. La iglesia no es simplemente un edificio o una organización, sino el cuerpo vivo de Cristo en acción.
Contemplemos el ejemplo poderoso de la iglesia primitiva en Jerusalén, según se registra en el libro de Hechos. Bajo el liderazgo de Pedro y los apóstoles, esta comunidad manifestó el Reino de Dios de manera extraordinaria. Los creyentes compartían sus bienes, atendían a las viudas, sanaban enfermos y proclamaban el evangelio con denuedo. Como resultado, «el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos» (Hechos 2:47). Esta iglesia inicial se convirtió en un modelo perfecto de cómo el Reino de Dios se establece a través de su pueblo.
¿Nos hemos dado cuenta del privilegio y la responsabilidad que tenemos como miembros de la iglesia de Cristo? Cada uno de nosotros forma parte de este plan divino para establecer su Reino. No somos espectadores pasivos, sino agentes activos de transformación. La iglesia no es un concepto abstracto, sino una realidad viva de la cual somos parte fundamental. Cuando servimos, amamos y proclamamos, el Reino de Dios se hace presente.
El establecimiento del Reino de Dios a través de la iglesia es un proceso continuo que requiere nuestra participación activa y compromiso. Como piedras vivas en este edificio espiritual, cada uno tiene un papel único e insustituible. Cuando la iglesia funciona en unidad y propósito, se convierte en una demostración tangible del poder y la gloria de Dios, cumpliendo así su misión de ser luz y sal en la tierra.
Oración:
Amado Padre Celestial, te damos gracias por el privilegio de ser parte de tu iglesia. Ayúdanos a ser fieles embajadores de tu Reino, que nuestras vidas reflejen tu gloria y que a través de nosotros muchos puedan conocer tu amor. Que tu iglesia sea fortalecida y que tu Reino se establezca con poder en cada lugar. En el nombre de Jesús, amén.