Cita bíblica:
Juan 8:12 «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.»
Reflexión:
En un mundo donde la oscuridad parece prevalecer, donde las noticias desalentadoras y el pesimismo abundan, existe una verdad inmutable que transforma nuestra perspectiva: Jesús es la luz que disipa toda oscuridad. Al igual que el sol ilumina cada rincón al amanecer, revelando la belleza oculta en las sombras, la presencia de Cristo en nuestra vida tiene el poder de iluminar cada aspecto de nuestra existencia, transformando nuestra manera de ver y experimentar la realidad.
La vida del apóstol Pablo nos presenta un poderoso ejemplo de esta verdad transformadora. Antes conocido como Saulo, vivía en la oscuridad del odio y la persecución hacia los cristianos, pero todo cambió en el camino a Damasco cuando una luz resplandeciente del cielo lo rodeó. Este encuentro con Cristo no solo lo cegó físicamente por tres días, sino que también iluminó su corazón para siempre. La transformación fue tan radical que pasó de ser un perseguidor a convertirse en uno de los más grandes apóstoles, llevando la luz del evangelio a innumerables vidas.
Reflexionemos: ¿Cuántas veces hemos permitido que las sombras del miedo, la duda o la tristeza oscurezcan nuestro caminar? La presencia de Jesús en nuestra vida es como encender una luz en una habitación oscura; instantáneamente, todo cambia. No pueden coexistir la luz y las tinieblas en el mismo espacio. Cuando invitamos a Cristo a morar en nuestro corazón, Su luz disipa toda oscuridad, revelando Su verdad y amor.
Al final, debemos comprender que la luz de Cristo no es simplemente una metáfora poética, sino una realidad transformadora que tiene el poder de cambiar vidas. Cuando permitimos que Su luz brille en nosotros, nos convertimos en faros que iluminan el camino para otros. Como seguidores de Cristo, estamos llamados no solo a recibir Su luz, sino a reflejarla en un mundo necesitado de esperanza y verdad.
Oración:
Padre celestial, gracias por enviarnos a Jesús, la luz del mundo. Te pedimos que Su luz brille con más intensidad en nuestras vidas, disipando toda oscuridad y temor. Ayúdanos a ser reflectores de Tu luz en este mundo. En el nombre de Jesús, amén.