Cita bíblica:
2 Corintios 9:7 «Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría.»
Reflexión:
En nuestro caminar diario con Dios, a menudo nos preguntamos cómo podemos honrarlo verdaderamente. La respuesta, aunque simple, es profunda: entregando lo mejor de nosotros mismos. Esta entrega no se trata solo de acciones externas, sino de una actitud del corazón. Cuando ofrecemos a Dios lo mejor de nuestro tiempo, talentos y recursos, estamos reconociendo Su supremacía en nuestras vidas y expresando nuestra gratitud por Su amor incondicional.
La Biblia nos presenta un hermoso ejemplo de esta entrega en la historia de María de Betania. En un acto de pura devoción, María tomó un frasco de perfume de nardo puro, extremadamente costoso, y lo derramó sobre los pies de Jesús, secándolos luego con su cabello (Juan 12:3). Este perfume probablemente era su posesión más valiosa, quizás guardado para su dote. Sin embargo, ella lo entregó sin reservas, movida por su amor y gratitud hacia el Señor. Su acto no solo llenó la casa de fragancia, sino que también nos dejó una poderosa lección sobre la verdadera adoración.
Reflexionemos: ¿Estamos ofreciendo a Dios nuestro «perfume más caro»? Dios merece lo mejor de nosotros, no las sobras de nuestro día o los restos de nuestra energía. Cuando nos esforzamos por mejorar en cada aspecto de nuestra vida como un acto de adoración, estamos viviendo el propósito para el cual fuimos creados. Cada tarea, por pequeña que sea, puede ser una ofrenda de amor cuando la realizamos como si fuera directamente para Él.
En conclusión, entregar lo mejor a Dios no es una carga, sino un privilegio. Es una respuesta natural al amor infinito que Él nos ha mostrado. Cuando damos lo mejor, no solo honramos a Dios, sino que también experimentamos una profunda satisfacción y plenitud. Recordemos que Dios no mira la cantidad de nuestra ofrenda, sino la actitud con la que la entregamos. Que cada día sea una oportunidad para ofrecer lo mejor de nosotros mismos como un acto de adoración viva.
Oración:
Padre celestial, te agradecemos por tu amor incondicional. Ayúdanos a entregarte lo mejor de nosotros cada día. Que nuestras vidas sean una ofrenda constante de adoración, reflejando tu gloria en todo lo que hacemos. En el nombre de Jesús, amén.
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