Cita bíblica:
Mateo 7:1-5
No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá. ¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?
Reflexión:
En Mateo 7:1-5, Jesús nos enseña a evitar el juicio hacia los demás, recordándonos que todos somos imperfectos y propensos a errores. A menudo, estamos dispuestos a señalar las faltas ajenas sin darnos cuenta de nuestras propias imperfecciones. Así, el juicio con el que medimos será el mismo con el que seremos medidos. En lugar de juzgar, estamos llamados a mostrar gracia y comprensión, siguiendo el ejemplo de Cristo, quien siempre nos extiende su amor incondicional y su misericordia infinita.
En el relato de la mujer adúltera (Juan 8:1-11), vemos cómo los fariseos y escribas traen a una mujer sorprendida en adulterio, deseando apedrearla según la ley. Jesús, sin embargo, responde de una manera sorprendente, invitando a quien esté libre de pecado a lanzar la primera piedra. Ninguno lo hizo, y todos se retiraron, dejando a la mujer sola con Jesús. Él, quien tenía el derecho divino de juzgarla, en lugar de condenarla, le mostró misericordia y le dijo: «Vete y no peques más». Este acto de gracia nos recuerda que nuestro llamado es a perdonar y a mostrar amor, no a condenar.
¿Quiénes somos nosotros para juzgar a los demás? Todos somos pecadores y solo Dios tiene el derecho de juzgarnos. En lugar de criticar a otros, debemos mirar nuestros propios errores y buscar la corrección en nuestras vidas. Mostremos gracia y comprensión a quienes nos rodean, tal como Dios lo hace con nosotros. Ayudemos a los demás a encontrar el camino correcto con amor y oración, pidiendo a Dios que les ilumine y les haga ver lo que deben cambiar. Seamos instrumentos de Su gracia y no de juicio.
Recordemos siempre que nuestro propósito como cristianos es reflejar la gracia de Dios en nuestras vidas. Al evitar juzgar y criticar a los demás, permitimos que Su amor brille a través de nosotros. Al enfocarnos en nuestras propias faltas y trabajar en ellas, podemos ser mejores ejemplos de Su misericordia. Al final, compartir su gracia es el mayor testimonio que podemos dar del amor de Cristo. Vivamos cada día con el deseo de extender Su amor y comprensión a todos, siendo verdaderos discípulos de su mensaje.
Oración:
Señor, ayúdame a no juzgar a mis hermanos y hermanas, sino a mostrarles la misma gracia y misericordia que Tú me has mostrado. Enséñame a ver mis propias faltas y a trabajar en ellas con tu guía. Que tu amor y compasión fluyan a través de mí, para que otros puedan ver tu luz. Amén.
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