Devocional 29 de Enero de 2024: «Doblegando la Terquedad: Aprendiendo de Sansón y Hallando la Rendición en Dios»


Cita bíblica:

Jeremías 5:3 Oh, SEÑOR, ¿no {buscan} tus ojos la verdad? Tú los heriste, mas no les dolió; tú los consumiste, mas ellos rehusaron recibir corrección. Endurecieron sus rostros más que la roca, rehusaron arrepentirse.

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Reflexión:

En la búsqueda de la verdad, a veces nos aferramos a nuestra propia voluntad, endureciendo nuestros corazones como roca. La terquedad nos aleja de la corrección divina. En Jeremías 5:3, vemos cómo Israel resistió, rechazando el amor corrector de Dios.

Sansón, conocido por su increíble fuerza física otorgada por Dios, cayó en desgracia debido a su terquedad y desobediencia. En la historia narrada en el libro de Jueces (capítulos 13-16), Sansón se enamoró de una mujer filistea llamada Dalila, a pesar de las advertencias divinas contra asociarse con los enemigos de Israel.

La terquedad de Sansón quedó evidenciada cuando Dalila le preguntó repetidamente sobre el secreto de su fuerza. A pesar de los intentos anteriores de traición por parte de Dalila, Sansón no aprendió la lección y finalmente reveló que su fuerza provenía de su voto de nazareo, especialmente su cabello, que nunca debía ser cortado.

Dalila, aprovechando esta revelación, cortó el cabello de Sansón mientras dormía, y como resultado, perdió la fuerza divina que lo distinguía. Los filisteos lo capturaron, le sacaron los ojos y lo llevaron encadenado. En un último acto de fuerza recuperada, Sansón oró a Dios pidiendo fuerza una vez más y derribó el templo filisteo, pereciendo junto con sus enemigos.

La historia de Sansón es un recordatorio impactante de cómo la terquedad y la desobediencia pueden llevar a la pérdida de las bendiciones divinas y las consecuencias graves.

La terquedad es sutil y puede cegarnos a la guía divina. Debemos examinar nuestras vidas, buscando áreas donde nuestra voluntad se interpone en el camino de la verdad. La humildad y la rendición a Dios son antídotos poderosos contra la terquedad.

Al mirar la terquedad a la luz de la Palabra, descubrimos que la rendición a Dios no es una debilidad, sino la senda a la verdadera fortaleza. La terquedad puede desviarnos, pero la rendición nos conduce a la gracia y a la restauración divina.

Oración:

Padre celestial, abre nuestros ojos a la terquedad que podría alejarnos de Ti. Concede humildad para rendirnos a Tu voluntad, sabiendo que en la rendición encontramos redención y restauración. En el nombre de Jesús, Amén.

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